miércoles, 20 de mayo de 2009

¡SE NOS VA TODO, SE NOS VA TODO!

AUSENCIA
(Gabriela Mistral)

Se va de ti mi cuerpo gota a gota.
Se va mi cara en un óleo sordo;
Se van mis manos en azogue suelto;
Se van mis pies en dos tiempos de polvo.

¡Se te va todo, se nos va todo!

Se va mi voz, que te hacía campana
cerrada a cuanto no somos nosotros.
Se van mis gestos que se devanaban.
en lanzaderas, debajo tus ojos.
Y se te va la mirada que entrega,
cuando te mira, el enebro y el olmo.

Me voy de ti con tus mismos alientos:
como humedad de tu cuerpo evaporo.
Me voy de ti con vigilia y con sueño,
y en tu memoria me vuelvo como esos
que no nacieron ni en llanos ni en sotos.

Sangre sería y me fuese en las palmas
de tu labor, y en tu boca de mosto.
Tu entraña fuese, y sería quemada
en marchas tuyas que nunca más oigo,
¡y en tu pasión se retumba en la noche
como demencia de mares solos!

¡Se nos va todo, se nos va todo!


El poema de Gabriela Mistral siempre se le viene a uno a la cabeza, entre otros momentos, cuando se mira a la ciudad en la que uno vive y a la que tanto ve cambiar. Desaparecidas las antiguas actividades que le dieron un nombre y abandonadas las construcciones que las albergaron, todo parece estorbar entonces al ciudadano, como si las ruinas de las edificaciones les impidieran ver el horizonte o volvieran el aire, de pronto, irrespirable. El recurso a la demolición se hace entonces necesario, como si de los escombros fuera a brotar un futuro más luminoso para todos. Desmantelar, desmantelar y desmantelar. Parece que en ese urgente objetivo se les agota a algunos la vida.

En el proceso la ciudad pierde su esencia, los rasgos característicos que permiten reconocerla, los atributos que informan silenciosos de lo que fue antaño, cuando otros hombres la habitaron, cuando otros pelearon por vivirla. La imagen de la ciudad que fue escenario de nuestra vida se va borrando paulatinamente del paisaje. Y, a nuestro pesar, también se diluye poco a poco de la memoria, porque los recuerdos se ven privados de un soporte físico que permita cimentarlos.

Nadie reniega de los nuevos escenarios que nos ofrecen quienes orquestan los cambios. Nos falta todavía el tiempo necesario para habituarnos a ellos y para poder vivirlos. Lo que se reprocha sin duda es la falta del esfuerzo, aunque hubiera sido mínimo, para que una parte de lo antiguo pudiera haber contemplado el futuro, para que el futuro pudiera haber visto algo de ese pasado. No es necesario conservarlo todo en la ciudad, como si nos negáramos obstinadamente al progreso. Pero tampoco parece prudente arrasar con todos los testimonios que nos dejaron quienes nos precedieron, como si nada nos hubieran legado, como si nada hubiéramos de haber transmitido.








(Las fotografías corresponden al Fondo Euskalduna, custodiado en el Archivo Foral de Bizkaia)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acerca de las ciudades y sus cambios, hay un libro muy hermoso y interesante: "Todo lo Solido se Desvanece en el Aire" (1989, Marshall Berman).

Lo he lido hace algunos años y guardo del gratos recuerdos...

Es un libro que nos habla de arquitectura, Goethe, de Marx, de Baudelaire (y de Paris), de Dostoyewski ( y de S.Petersburgo) de la Nueva Iorque de su autor.

Ciudades, escritores, arquitecturas y la efemeridad de nuestra modernidad, onde mismo lo màs solido se desvanece en el aire..

Valmont

P.S: Bertarido, favor corregir mis errores ortograficos. Gracias.